domingo, octubre 26, 2008

 

En confianza


Anoche presencié una escena de "amor" cuanto menos curiosa entre dos amigos míos. No es que vaya a poner en duda si se quieren realmente o no; pero el caso es que él se arrodilló delante de ella para darle un anillo de compromiso (con el consiguiente éxtasis en el que entró la chica en sí)... y en ese momento empecé a reflexionar sobre muchas cosas.
Empecé a reflexionar sobre lo típico de algunas relaciones. Sobre ese qué se debe hacer cuando en teoría estás enamorado/a de otra persona. Las saliditas románticas, el ir dados de la mano y hacerse contínuas carantoñas, la peliculita romántica, la esclava, el anillito. Parece como si fueran pequeños pasos que uno está obligado a hacer para andar demostrando el interés en la relación.

Este hecho en sí no es malo; pero, en esta pareja de la que hablo y en muchas otras, me he dado cuenta de que muchas veces esos "gestos de amor" casi obligatorios no se corresponden con una realidad en la que la otra persona te quiere por algo en especial. Más bien suele tener que ver con las parejas que están juntas por el simple hecho de no sentirse solos; pero que en realidad no se conocen y no hay un buen grado de confianza.
Entonces empecé a pensar en mí y en mi "persona especial". En lo atípico y a la vez maravilloso de nuestra historia. Donde no se dan los pasos preestablecidos para demostrar los sentimientos, sino que esos pasos son confianza nunca ciega sino basada en el día a día, compartir sensaciones, muchísima comunicación... y sobretodo respeto y generosidad. El conocernos como nunca antes habíamos conocido a otra persona. El conocernos como nunca otra persona nos había conocido.
Y pensando y pensando me dí cuenta de la suerte que tengo. De haber encontrado a esa persona única

... y de que día a día siga habiendo esa complicidad, esas ganas de saber del otro y esa ilusión por saber que la otra persona existe y está ahí.

Sólo eso vale más que la mayor de las típicas fortunas.

Gracias por hacer posible este sueño tan atípico. Gracias por haberme descubierto una forma superior de sentir. Simplemente...

GRACIAS :)

domingo, octubre 19, 2008

 

He-Man

Uf, el caso es que a lo tonto he conseguido esta serie más que mítica. La serie en sí no era de lo mejor (es lo que tiene estar hecha en el 82); pero creo que para quienes nacimos en los 80 esto fue el comienzo de nuestro pequeño lado friki.
He-Man narraba la historia de Adam, príncipe de Eternia y morador del castillo de Grayskull, que debía defender su reino de las amenazas del malvado Skeletor (y más tarde también de La Horda de Hordak). Para ello contaba con una espada que alzaba mientras gritaba "Por el poder de Grayskull... ¡¡¡Yo tengo el podeeeeeeeer!!!"... y acto seguido se convertía en He-Man, un héroe musculoso, bien depilado y con un cierto toque gay ya sea por su corte de pelo o por sus botas de pelo.
He-Man trajo rápidamente consigo toda clase de merchandising como series, cómics, incluso una película con Dolph Lundgren... pero lo que diferenciaba a esta serie y la hacía especial eran sus muñequitos.

¿Quién no se acuerda de He-Man y Skeletor, que tenían una variante que cuando les pegabas en el pecho se abollaban?
¿O de Orko y Man-At-Arms?
¿Y de los hombres serpiente?
¿De ese Castillo de Grayskull que todos queríamos y que sólo unos pocos afortunados poseían?

Lo grande de estas figuras es que cada una era única en sí. Uno lanzaba agua y tenía ventosas, otro echaba chispas por la boca, otro se extendía, otro parecía que chupaba la sangre, otro daba vueltas como una peonza, otro tenía un tacto que parecía una moqueta, jajajaja. Incluso había uno que se llamaba Stinkorr que su poder es que olía mal :) Pues eso, este post es mi pequeño tributo a estos personajes que creo que marcaron nuestra infancia más que ningún otro (sí, incluso más que G.I.Joe y Transformers). Estoy seguro de que alguno de los que posteéis tendréis alguna historieta que contar con un muñeco de estos en la mano.

Hale, toma pedazo de actualización friki, jajajajajaja.


lunes, octubre 06, 2008

 

7 años


... del día en que cambió todo.



Suerte que no estoy solo.

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